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viernes, 24 de julio de 2015

SUEÑOS Y AMORES IMPOSIBLES


Son las 3:30 de la tarde y Sara termina de preparar su mochila. Lleva puesta ropa deportiva negra. Está esperando a que sean las 4, hora en que la recogen para llevarla a una presentación en Envigado. Ella es actriz, es empresaria, es mujer. Tiene 27 años, y tiene síndrome de Down.

Sara María Tejada Jaramillo vive con sus padres en Belén Miravalle. Con terapia del lenguaje, aprendió a hablar, a leer y a escribir. Apoyada en un método de flexibilización curricular estudió en el colegio Alcaravanes y se graduó en 2007 como la primera bachiller con síndrome de Down de la institución. Hoy tiene una papelería y los fines de semana trabaja en La Pastizzería de Laureles.

La papelería es una idea de emprendimiento con un objetivo claro de inclusión social que busca generar trabajo a personas con discapacidad cognitiva. Once instituciones de Medellín y Antioquia, dedicadas a la formación de este tipo de población, son las encargadas de la fabricación de estos materiales y la empresa se encarga de la comercialización. El negocio se llama TQM Creativo. “Un tío me dio una oportunidad y me dio ese negocio a mí. Allá vendemos utilería escolar y de oficina. Alguien tuvo la idea de que vendiéramos productos elaborados por personas como yo, y así tenemos cosas como bisutería, muñequería, marroquinería, telar y otras cosas más”, explica Sara María.

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Es domingo por la mañana y el colectivo de teatro ‘El Grupo’, dirigido por Beatriz Duque, estrena su obra “Amores Imposibles”. La sala de CasaTeatro El Poblado tiene un 95 por ciento de ocupación. En el escenario, 19 personas con discapacidad cognitiva, entre ellos Sara, bailan, cantan, ríen y actúan. Al fondo la música suena… El amor es romántico y sensual, son dos seres, que se quieren que se sienten. Son dos almas, que se unen, para amarse y siempre estar… juntos, hasta el final…


No es la primera vez que Ana María Jaramillo ve a su hija actuar, sin embargo hoy tiene los ojos encharcados de sentimiento. “Es que esta obra de teatro muestra lo que ellos son, esa es la vida de ellos. Muchas veces no se les da las oportunidades que merecen, no los dejan ser.

“Amores imposibles” es la primera propuesta propia de ‘El Grupo’ y es una petición a gritos por que no se mire la discapacidad como algo extraño o misterioso, y que las personas “especiales” son seres humanos, con sentimientos, con dolores, con pasiones, con sexualidad; esa misma que tantas veces se les ha mostrado como algo prohibido, y hasta maligno.

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Me siento frente a ella, un jarrón con margaritas blancas y amarillas me impiden ver la totalidad de su rostro. Ana María, su madre, se para a la cocina y algunos segundos después vuelve con un jugo de mora que me pone al frente. Sara se prepara, toma aire y empieza a sostener un discurso que al parecer ya tiene aprendido. Se esfuerza para que su interlocutor le entienda y enfoca su concentración en cumplir la transición que lleva las palabras de su mente a su boca. Cuando se enreda hace pausas, suelta un suspiro nasal y sigue.

Le pregunto si le gustaría casarse. Sonríe con picardía, mira al techo, toma aire y observa a su mamá, como pidiendo aprobación para algo.

– Tú sí sabes – interrumpe Ana María, que desde que empezamos ha oficiado como puente y como apoyo ­– responde, ¿a ti te gustaría casarte?
– Si –  Responde con autoridad.
– ¿Por qué? – pregunta de nuevo su mamá.
Sara lanza otro suspiro y empieza a hablar como si tuviera algo qué decir desde hace mucho.
­– Yo me siento enamorada.
– ¿De quién?
– Mi novio se llama Juan Esteban. Estudiaba conmigo pero se tuvo que ir. El 22 de mayo me dijo ¿quieres ser mi novia? Y yo le dije sí. Es muy lindo, es un mono…
– Como Juan Camilo –  interrumpe su mamá. Yo alcanzo a ruborizarme.
– Ay mami, usted es casada – regaña Sara, y sigue – … con ojos azules…

Tocan el timbre. Es una mujer de avanzada edad. Viene a traer algo, pero no logro identificar qué es. Mira a Sara. “Qué hermosura”, susurra para no interrumpir. Cierra la puerta y se va.


Son las 4, suena el citófono. Sara se despide de su mamá, le da la bendición y le advierte: “juiciosa, nada de hombres en la casa”. Camina hacia el ascensor y se va rezando en voz baja: “ángel de la guarda, mi dulce compañía…”

Por: Juan Camilo Escobar Robledo
Estudiante de Periodismo en la Universidad de Antioquia

TQM Creativo